Rolando Rojas

Rolando Rojas, pinta su niñez, el entorno físico pero recreado, creado. Representación de los mitos de la cultura zapoteca que se van bordando, urdiendo, tejiendo, plasmando figuras propias a partir de lo conocido, palpado en la realidad. El conjunto plasmado de ayer y ahora se ha vuelto universal.

Está aquí el mundo íntimo, la naturaleza toda, el cosmos: el sol y la luna. La noche y la luz brillante del día conviven en situaciones reales, surreales y retocando corrientes plásticas que ejemplifica la historia del arte.

Todo está tamizado, filtrado en el cedazo de la técnica y la imaginación. El tiempo y el espacio, los colores, las formas, siluetas, magia, fantasía febril, prodigiosa, habitan como fantasmas ondulantes, móviles o petrificados, alados. Las imágenes son incapturables en una primera mirada, por ello, habrá de agudizar la observación para recibir totalmente el contenido.

La riqueza de elementos y símbolos no transparentes de la pintura de Rolando Rojas la hace tan atractiva porque exige la participación seria, solemne, cuidadosa y lúdica contemplación del mundo genésico que está allí plasmado. Si el resultado produce satisfacción en el autor y se vive con más ánimo, más ímpetu y alegría íntima. La etapa alcanzada obliga a la autocrítica, compromete a seguir bregando, investigando sin pensar en el éxito, la fama y lo mercantil obtenidos no de manera gratuita.