TERIOMORFOS Y NAHUALES (VIDXA)

INAUGURACIÓN:

TEXTO DE SALA

MOSAICO NAHUAL

Los que creen, los que se transforman

Semblanza de Artista Victor Cha´ca de Oaxaca, México, que presentara su exposición el mes de febrero.

I

Bajo la piel de la creencia no está la verdad sino la fe. Para creer no es necesario la homilía ni la razón, basta con el testimonio alucinado, la transferencia fantasmagórica de la palabra, la seducción de los milagros y aquellos retazos caídos de la espiritualidad primigenia. André Bretón dijo que México era “tierra de elección del surrealismo”. Bajo esta fuerza de elementos se desdobla el trabajo de Víctor Chaca a través de una veintena de mosaicos de sólida hechura y genuina idea, realizados en alta temperatura cuya lectura ofrece una versión inmemorial, poderosa y elocuente de la creencia. ¿Cuál? La que se compone con los tejidos de un nahualismo de corrientes metamórficas y corren a flor de piel por la imaginería del autor, un viejo tlacuilo, un mago pertinaz que se mantiene labrando bajo el silencio del barro trasfigurado.

II

En su obra hay que mirar no el formato sino el argumento en su dimensión posible. El mundo del nahual es aquí, circular, como el tiempo mitológico mexicano. Nacer es morir, morir, nacer. Vivir, transformarse. El arte es la huella de la vida breve. Somos polvo que camina en la poética del Génesis. En la vida hay que inventarse, éxtasis mágico. Cuando se rasguña la cosmovisión aparece el nahual, ingenuamente descrito (y adscrito a la mitología popular) “como un animal simbólico que representa el espíritu protector de una persona”. Es una criatura de orden casi inasible, primero hombre, mujer, luego bestia o ángel nalgón, disfraces multiplicados del alter ego que esquiva al salvaje minotauro y presenta, por ejemplo, un toro endémico del laberinto nahual. Otra presencia insalvable en la iconografía de Chaca es la referencia a la muerte, rodeada de grecas y glifos, quizás para adornar la paradójica «derrota vital» a la manera del Mictlán: morir para seguir viviendo.  El cráneo, la calavera, los cuellos de raíz-tótem torcidos milimétricamente a navaja, con cincel, moldeados con manos y saliva mágica de un alfarero intransigente que no olvida sus riquezas impalpables; está ahí la muerte, de frente, de perfil, vestida de inframundo, de hueso-roca, de perpleja sonrisa; está ahí, siempre ahí, mirando, paciente espiga, mansa como una bruma. Lo de Chaca es el ejercicio fulgurante de una visión nahual que permanece, que es, animismo que da forma y transforma incluso, el muladar en vaso comunicante.

III

Lo más aburrido del mundo es ser un hijo de vecino, un urbanita intoxicado, un don nadie, no ser-tener un nahual que toree al prójimo. Para el ceremonial artístico de Chaca, él jala la madeja de lo antiguo y lo contemporiza sin más pócima que la propia libertad creadora fiel a su circunstancia de heraldo. Un nahual urbano es aquel que sale a deshoras de la casa o del bar y busca el baldío para revolcarse hasta reconvertirse en cocodrilo, caballo, perro o coneja sin brazos que para qué los quiere si estará petrificada esperando a su víctima de desolación cotidiana con sus ojillos de lujuria el tiempo necesario... No lo vemos. Solo lo sabemos, sí. Bretón devela la realidad en una distopía deliberada, en cambio, la tradición de lo natural subvertido en la antigua espiritualidad oaxaqueña requiere otros argumentos de sublime autenticidad. Por eso nacen juchitecos-zapotecas como Víctor Chaca.

Y no dudes que ahora mismo alguien lo acompaña.

 

Edgar Saavedra, Atzompa, 2024