UTOPÍA / Guillermo Pacheco

Guillermo Pacheco y la utopía posible

La pintura, todo aquello que la pintura toca, describe, enuncia o reflexiona, por más “realistas” que sean sus intenciones, acaba teniendo una existencia propia. Supongo que eso le ocurre a todo arte que se precie de ser auténtico. De crear otro mundo. A partir de los materiales de este mundo se crean otras cosas, ventanas o paisajes que, finalmente, construirán un universo distinto. Los materiales con los que un pintor trabaja pueden ser ideas: en un buen cuadro, ¿alguien puede encontrar la diferencia entre la nostalgia y el paisaje, la distancia entre la imaginación y la memoria, la historia y la poesía? El artista ¿pinta con las manos, con el recuerdo, con un instrumento sutil? Pienso en estas cosas después de haber visto varias de las telas del artista oaxaqueño Guillermo Pacheco (Oaxaca, 1971).

Observar las pinturas de Pacheco —incluso sin dejar a un lado sus cerámicas— nos da la sensación de que uno habita una utopía. El espacio que construyó para esta exposición podría ser resultado de una historia personal, de una serie de reflexiones sobre la cultura ikoot, de un recorrido familiar por lugares que se consideran sagrados para dicha cultura. Durante años, el pintor ha estado recorriendo la región de sus antepasados como si fuese un antropólogo, recogiendo fragmentos, dibujando, cartografiando la naturaleza y observando los objetos rituales. Mucho antes que querer reproducir o crear una imitación de estos espacios, o hacer un catálogo preciso, ha vertido en la tela docenas de imágenes que podrían habitar el sueño de sus antepasados. Quiero decir que los módulos que evocan cerámicas, o los peces y lagartos, los árboles y los horizontes, las máscaras y las plantas, las deidades y el ser humano común, la tierra y los animales que lo cruzan, se han metamorfoseado, se han mezclado entre ellos y se han convertido en color, trazo o evocación. Y que el mundo que nos comparte Pacheco pertenece ahora al de la utopía del arte.

Es natural pensar en una continua hibridación al acercarse atentamente. Todo parece yuxtaponerse a otro elemento, así la naturaleza puede relacionarse y fusionarse con la cultura humana, como en un sueño. Los tonos utilizados por el pintor mexicano, las texturas y los pigmentos, los trazos y segmentos, se coordinan armónicamente. Esta armonía a la que aludimos probablemente esté desapareciendo. La utopía de la que Pacheco nos habla se está extinguiendo, junto a la naturaleza y la cultura Ikoot. ¿Quién tiene la capacidad aún de preservar o de conservar el territorio físico, la magia y el lenguaje? Esta obra nos ayuda a reflexionar acerca de una sensación apocalíptica, la de la pérdida, por la acción humana, de todas las cosas bellas. Esta exposición de Guillermo Pacheco sería el reverso de esta visión pesimista y extrema: nos muestra un camino, una utopía posible, una armonía donde todo está en equilibrio.

Guillermo Santos


 

OBRAS EN EXHIBICIÓN